sábado, 19 de julio de 2014

Los arquitectos Pezo y Von Ellrichshausen: de una cima en Coliumo a la consagración



Sólo una amistad extraordinaria podría dar origen a una casa tan poco convencional. Separados por varias generaciones, en 2004, los octogenarios artistas Rosemarie y Eduardo Meissner y los treintañeros arquitectos Mauricio Pezo (1973) y Sofía von Ellrichshausen (1976), decidieron sellar su amistad y habitar juntos un terreno en la península de Coliumo, Octava Región, levantando una casa de veraneo que pudiesen compartir por periodos, y que al mismo tiempo funcionara como residencia artística, para los creadores de la zona.
Un año después, la Casa Poli estaba lista. Un cubo de hormigón de líneas simples y ventanas dispares, instalado en la cima de un acantilado, que terminó traspasando fronteras: por su diseño la dupla de Pezo y Von Ellrichshausen ganó la Bienal Iberoamericana de Arquitectura de 2006 y fueron elegidos los mejores arquitectos jóvenes de ese año. Mientras, la casa ha sido publicada en revistas de arquitectura de más de 40 países y sigue acumulando galardones.
Hace sólo un mes, Casa Poli ganó el Premio Mies Crown Hall Americas a la mejor obra emergente de la década, que otorga la Facultad de Arquitectura del Instituto de Tecnología de Illinois. Y en abril, los arquitectos aterrizaron en Londres, para una muestra en la Royal Academy, donde compartieron espacio con otras siete oficinas de arquitectura. En estos 10 años, los arquitectos se han consolidado por su originalidad y estilo íntimo, que partió nada menos que con una pequeña casa al fin del mundo. “Quizás la obra recupera una manera muy básica, casi arcaica, de entender la arquitectura y que en la actualidad ha sido desafortunadamente superada por otros modelos basados en la velocidad, el consumo y la banalidad”, dice Pezo.
Lo cierto es que a pesar del éxito, los arquitectos han decidido alejarse de la capital, para mantener su centro de operaciones en Concepción. Desde allí reciben, sin embargo, encargos para construir nuevas obras e invitaciones para eventos en todas partes del mundo. La última fue nada menos que desde el Departamento de Arquitectura y Arte del MoMa de Nueva York, quienes decidieron comprar una serie de siete piezas sobre una de sus obras, la casa Cien, en Concepción: son dos óleos, una maqueta, tres fotos y un video, realizado por el fotógrafo Cristóbal Palma. Desde la semana pasada las piezas se exhiben en el museo neoyorquino en la muestra Conceptions of space, junto a las obras de otros arquitectos como los suizos Herzog & Meuron y el portugués Alvaro Siza.
Exito y obra pública
Desde sus inicios Pezo y Von Ellrichshausen tuvieron un pie en el arte, desarrollando intervenciones artísticas como en 2006, cuando organizaron a 100 personas vestidas con impermeables amarillos para que se desplazaran coordinadamente por la ciudad de Concepción “construyendo” diferentes figuras en el espacio; o pabellones temporales como el que acaban de mostrar en Londres, compuesto de tres columnas de madera que pueden ser recorridos por dentro hasta su cima. En paralelo están las edificaciones habituales, entre ellas, la Casa Cien (2011), el estudio de los arquitectos en Concepción o la Casa Solo (2012), en Barcelona. Eso sí, todas corresponden a encargos privados. A pesar de su trayectoria, Pezo y Von Ellrichshausen aún no trabajan en el sector público.
¿Qué piensan del éxito de la arquitectura local en el extranjero?
S.v.E: Es un fenómeno que pasa cuando los países logran ciertos estándares. Un desarrollo económico que repercute en lo cultural. En el caso chileno, es producto de unos recursos y esfuerzos personales aún más notorios. Si hacer cualquier obra de arquitectura es difícil, hacer una buena es una odisea. En Chile no tenemos grandes oficinas de arquitectura, es un oficio en primera persona. Por eso, por fortuna acá es imposible separar la obra de la autoría.
¿Este éxito influye en lo que se construye en Chile?
M.P: Hay un rol ejemplar que sirve para las futuras generaciones, lo otro es el nivel público. Chile sigue operando con un sistema precario de asignación de obras públicas por licitación camuflado de concurso. No creemos en los concursos abiertos de arquitectura, entre otras razones, porque son un modo de legitimar el consenso, la mediocridad. Se eligen a quienes cobran menos y hacen el trabajo más rápido. Esto deja oficialmente a la arquitectura excepcional fuera de juego, porque esa es la que precisamente necesita tiempo, cuidado, recursos y riesgo.
¿Por se quedaron en Concepción?
S.v.E: En realidad no nos quedamos, sino que volvimos. Es una lectura romántica, pero nos queda cómoda la condición apartada y sencilla de Concepción. Tiene un carácter muy humano, casi despojado de pretensiones e influencias. Lo vemos como una buena opción de vida, y podemos viajar regularmente a aquello que se entiende como centros culturales y de poder. De hecho ahora estaremos viviendo la mitad del año en Chicago por varios años. Cada vez somos más cuidadosos con nuestro tiempo y sólo hacemos los proyectos que nos interesan.

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