sábado, 12 de mayo de 2018

Gaudí, alumno revolucionario y mal estudiante






Proyecto de reválida de un paraninfo que presentó Gaudí el 1877 a la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona.
Proyecto de reválida de un paraninfo que presentó Gaudí el 1877 a la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona. CÀTEDRA GAUDÍ ETSAB UPC


Antonio Gaudí es uno de los más grandes arquitectos de la historia. Sus creaciones son valoradas por arquitectos de generaciones posteriores, son estudiadas por los investigadores y gozan de una popularidad que parece no conocer límites. En Barcelona, donde es casi omnipresente, seis de los edificios que creó entre finales del siglo XIX y comienzos del XX: la Casa Milà (La Pedrera), el Parque Güell, el Palau Güell, la Casa Batlló, la cripta y la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia y la Casa Vicens, son Patrimonio de la Humanidad desde 1984 y 2005, un reconocimiento que hace que miles y miles de personas los visiten cada año. En 2017, más de diez millones de personas. Todo lo que lleva el sello de Gaudí es sinónimo de éxito. Eso hace que el interés, sobre todo económico, por este arquitecto no haya parado de crecer haciendo buena la máxima de que “quien tiene un Gaudí tiene un tesoro” que expresó hace poco el gestor de uno de sus edificios. La generalización y masificación de Gaudí hace que se tienda a simplificar su vida y su obra para hacerlo más comercial y digerible creando un anecdotario fantástico que lo convierten en un genio al que todo le ha venido dado, sin que nada ni nadie influyeran en él ni en su obra.
Por suerte, hay personas empeñadas en demostrar que Gaudí es mucho más complejo que la imagen de genio que vive y trabaja aislado y de que fue mucho más permeable y se empapó de todo lo que le rodeaba. Uno de ellos es el arquitecto e historiador Juan José Lahuerta, director de la cátedra Gaudí de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) de la Universidad Politécnica de Catalunya desde finales de 2016. Lahuerta, que siempre ha defendido la necesidad de rescatar al arquitecto de su propio éxito que lo ha llevado a ser material de consumo fácil, asegura que Gaudí ha tenido mala suerte por el hecho de que la gran mayoría de sus edificios han acabado en manos privadas que han generalizado, en la mayoría de los casos, un fomento del lado amable de Gaudí a partir de anécdotas alrededor de él. Según Lahuerta, a Gaudí hay que estudiarlo sin prejuicios y no venerarlo porque “realmente es un desconocido, como todo personaje hiperexpuesto, porque su construcción se hace a través de la estandarización del personaje”. Como cuando se dice que Gaudí pertenecía a una familia humilde de artesanos. “No lo serían tanto cuando enviaron a Barcelona a dos hijos a estudiar, uno medicina y otro arquitectura”, subraya Lahuerta.

La cátedra que dirige Lahuerta y su archivo que forma parte de la biblioteca de la ETSAB conserva un pequeño tesoro entre sus cientos y cientos de documentos que permiten reconstruir la historia arquitectónica de Barcelona y de Cataluña: medio centenar de dibujos de Gaudí y de sus colaboradores, de los cuales doce son de la etapa de formación del arquitecto en una escuela de arquitectura recién fundada. Ocho están en la misma sede de la cátedra en el edificio de la ETSAB de la Diagonal, el resto en la Sagrada Familia, donde llegaron en época de Joan Bassegoda i Nonell, tercer director de la cátedra que estuvo al frente de la misma entre 1968 y 2000. “Son pocos, pero constituyen el conjunto más homogéneos que se conserva de él”, puntualiza Lahuerta.


Alzado de la fuente para la plaza de Cataluña (1877).
Alzado de la fuente para la plaza de Cataluña (1877). 


Es sabida la libertad creativa de Gaudí, necesaria para diseñar edificios tan novedosos como la Casa Batlló, la Sagrada Familia y, sobre todo, la Pedrera; un espíritu innovador que le acompañó desde su etapa de estudiante tal y como evidencian el conjunto de dibujos que conserva la cátedra de la UPC. “Una de las formas de convertir a Gaudí en un genio es asegurar que cuando era estudiante era ya un genio, que no le interesaba la escuela, ni la enseñanza, ya que nadie le podía enseñar nada. Es un tópico más de la 'vida de artista', que, como la de los santos, siempre son hagiográficas. El tamaño de las láminas y la calidad de las acuarelas con los que los terminó demuestran que no fue así”, prosigue el experto.
Las primeras clases de la Escuela de Arquitectura comenzaron en 1871 y en 1877 salió a la calle la primera promoción de ocho estudiantes, que debían revalidar el título en Madrid para que tuviera valor. En la segunda, al año siguiente, solo se licenciaron cuatro, entre ellos Antonio Gaudí con 26 años que veía como en la ciudad en la que vivía estaba casi todo por hacer. En la de 1879 otros ocho que descendieron a dos en 1880 y 1881, unas cifras parecidas en los años siguientes, que incluso bajaron a uno en 1884. La cosa cambió en 1888, el año de la exposición Universal en el que fueron 12 los nuevos arquitectos que acabaron sus estudios, una cifra que se mantuvo constante hasta el cambio de siglo. Según Lahuerta los nuevos arquitectos, a diferencia de los maestros de obras que tradicionalmente habían construido la ciudad, “tenían que ser técnico y artista, arqueólogo, inventor e historiador y alguien capaz de interpretar en imágenes poderosas y originales, la ideología de una burguesía en expansión”. Los nuevos arquitectos inventaron la expresión de la historia de Cataluña, restaurando sus iglesias y monasterios y por otro dieron forma a la nueva ciudad, construyendo las nuevas avenidas y electrificando la ciudad y sus edificios institucionales, sus monumentos y edificios singulares como la cárcel Modelo, el Hospital Clínico o la Universidad, además de sus lugares de ocio.
Los proyectos de los alumnos, y Gaudí era uno de ellos, estaban relacionados con la resolución de estas necesidades. Los dibujos universitarios de Gaudí, unos enormes y bellos planos coloreados a la acuarela creados de puño y letra, son conocidos. Pudieron verse en la exposición Universo Gaudí que comisarió el propio Lahuerta en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) en 2002 también permiten ver hasta qué punto Gaudí se interesó por el futuro arquitectónico y los problemas urbanísticos que vivía Barcelona en estos momentos en el que él intentaba ser arquitecto. Gaudí, con los proyectos que realiza en la Escuela: un edificio público de gobierno, un lugar para la cultura, un monumento y espacio de ocio burgués realiza su propuesta para suplir algunas de las necesidades que tiene Barcelona en ese momento.


Proyecto de embarcadero que Gaudí hizo el 1876.
Proyecto de embarcadero que Gaudí hizo el 1876. 


En el primero de estos dibujos, una planta y una fachada con su sección, enmarcados y protegidos bajo un cristal que conserva la cátedra Gaudí, es el proyecto para el patio principal de un nuevo edificio para la Diputación Provincial que se quería construir en dos manzanas del nuevo Eixample junto a la nueva universidad que acababa de construir Elies Rogent.
Realizar un proyecto de embarcadero era, por la gran cantidad de trabajos conservados en la Escuela, uno de los más populares que se hacían en el segundo año de carrera. Una construcción de ocio muy característico de la ciudad burguesa moderna. Y Gaudí hizo el suyo en 1876 con la intención de subir nota. El futuro arquitecto realiza un edificio lujoso llamado “Palacio-Castillo” influido en una especie de medievalismo en el que destacan dos torres que parecen mástiles y convierten el edificio en un barco en el que todo se pone en movimiento. “Es una especie de arquitectura no sólida, que es una característica de toda su arquitectura posterior, como la esquina de la Casa Vicens o las torres y baranda del Capricho de Comillas. La galería de arcos góticos sobre un mar en calma recuerda a los palacios de Venecia y a aspectos de su posterior Palau Güell", explica Lahuerta.


Firma de Gaudí en un proyecto.
Firma de Gaudí en un proyecto. 


En 1877 Gaudí creó también un proyecto para una fuente monumental para la Plaza de Catalunya, un tema nada corriente en los expedientes académicos en los que si abundan los edificios para teatros, muchos a imitación de la ópera Garnier de París y edificios para museos. Pero Gaudí escoge hacer una fuente. En esa fecha, la unión entre la ciudad vieja y la nueva todavía era muy confusa y Gaudí decide hacer un proyecto para intervenir en un punto urbanístico discutido como es la plaza de Catalunya (un lugar que no acabará urbanizándose hasta 1929) para unir las dos ciudades. Desde enero de 1875 se está construyendo en Barcelona una fuente monumental: la de Josep Fontseré en el parque de la Ciutadella en la que Gaudí trabaja como ayudante. Según explica Lahuerta delante del dibujo de Gaudí: “Mientras en la fuente de Fontseré lo que impera es la piedra, con grutas y estalactitas y el agua es secundaria en un proyecto que es copia reducida del Palais de Longchamps de Marsella; Gaudí convierte el agua en la protagonista al imaginar una gran estructura de planta circular formada por dos galerías de columnas y arcos de la que surgen cuatro pórticos escalonados, rematados por fuentes menores. En el centro se levanta un pilar que sostiene, a unos treinta metros de altura, una linterna con gárgolas y estatuas clásicas”. Lo más novedoso para este experto es que “Gaudí plantea el agua como un elemento arquitectónico más, creando unos chorros parabólicos que funcionan como contrafuertes líquidos y el pilar central desaparece escondido bajo el agua que brota del centro de la estructura”. Es lo que el investigador llama un “ou com balla” gigante. Según la escala apuntada de 1/75, la fuente alcanzaría los 52 metros de altura, cinco menos que el edifico más alto de la ciudad de entonces, el monumento a Colón que se inauguró en 1888. “Fuentes como esta, por tipología, en el siglo XIX no conozco otra. Incluso es superior a la de Carles Buïgas de 1929, ya que cuando la de Buïgas está apagada no hay fuente y en la de Gaudí hay una arquitectura impresionante que luego queda escondida por el agua”, dice categórico Lahuerta que se detiene en los detalles de ese proyecto: “La calidad del dibujo es enorme, y luego dicen que no era buen dibujante, ¡cómo que no!”.
Para obtener el título de arquitecto había que pasar una reválida en la que el alumno escogía un tema de los tres que le formulaba el jurado. El croquis se comenzaba por la mañana y a las ocho horas el jurado analizaba esta “prueba de repente”. Si pasaba, el alumno tenía 30 días para completar el diseño respetando el inicial. En 1877 el proyecto que presentó Gaudí a la Reválida fue el de un edificio público: un paraninfo, demostrando, una vez más su osadía. Lo hizo delante del director de la Escuela, Elies Rogent, casi con seguridad en el paraninfo que este acababa de construir en el nuevo edificio de la Universidad, donde estaba la Escuela desde 1875. Y como no, el proyecto superaba al de su maestro. Gaudí presenta un espacio en el que, a juicio de Lahuerta, se refleja mucho de lo que la ciudad vive por entonces: la Revolución de 1868, la Gloriosa,que acaba con el exilio de la reina Isabel II y la proclamación del Sexenio democrático que vivió la llegada del sufragio universal masculino, abolición de la esclavitud, libertad de culto y prensa, liberalismo económico y federalismo, entre otros avances. Entre los protagonistas políticos del periodo estaba otro reusense como Gaudí, el general Joan Prim.


Juanjosé Lahuerta mostrando una fotografía del Park Güell.
Juanjosé Lahuerta mostrando una fotografía del Park Güell. 


Frente al espacio cerrado para los profesores de la Universidad que realiza Rogent, Gaudí propone uno abierto, casi asambleario, con dos hemiciclos enfrentados, uno para el claustro y otro para el público, rodeados por una galería de columnas y arcos cubiertos por dos medias cúpulas e iluminados por una enorme claraboya inspirada en las del mundo clásico. "Muestra varias inspiraciones. La más famosa es la sala de disecciones de la École de Médicine de París creado por Gondoin en el siglo XVIII, pero Gaudí lo desdobla siguiendo otro modelo como es la columnata seudoelíptica que William Thornton diseñó para la Cámara de Representantes del Capitolio de Washington en 1794, por lo que lejos de ser un trámite, Gaudí se tomó muchas molestias en realizar este proyecto complejo, novedoso y muy atrevido”.
También lo es en la decoración en la que propone una estructura metálica con incrustaciones de cerámica policromada en la que pueden verse escenas clásicas, como un olimpo lleno de dioses griegos, "a lo Ingres". "La policromía tiene que ver con los libros que escandalizaban a media Europa en los que se decía que el mármol del Partenón estaba pintado de colores y no era blanco como se creía. Un edificio con unas dimensiones, 50 metros de altura con una cúpula de 30 de diámetro, con una complejidad que no existe en toda la ciudad", señala el experto mientras se detiene en el dibujo también de la cátedra que realizó Gaudí para este paraninfo: "cuando hablan del Gaudí diseñador nadie se acuerda de esto; no hay ningún libro en el que aparezca este mueble que es el primero que diseñó en su vida".




No hay comentarios:

Publicar un comentario