«Con cuidado, que es la maqueta original... Piensa que eso lo tocó Moneo», advierte uno de los guías a su compañero. Se refiere, con un trato casi reverencial, a la maqueta del Col·legi d’Arquitectes de Tarragona, donde nos encontramos, y que fuera creada por Rafael Moneo, premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Era el principio de una visita gratuita que ayer organizaba el Col·legi d’Arquitectes de Tarragona en el marco de la semana de la arquitectura y bajo el título Open House TGN. La iniciativa se desarrollaba por primera vez en la ciudad siguiendo la tradición, ya arraigada, en otras localidades como Barcelona.
Los guías, Marta Chafer, Carlos López, Marta Villaverde y Luis Bernal son todos estudiantes de arquitectura y su atención al detalle no podía ser más entusiasta. Explicaban que la construcción del edificio se prolongó desde 1983 hasta 1992, en parte por las excavaciones arqueológicas. De hecho, aseguran, esa es una de las grandes virtudes del edificio, que el arquitecto construyó sobre lo construido para aprovechar las ruinas romanas que son perfectamente visibles. Queda claro, sobre todo, en el salón de actos, donde la pared principal es el muro que, del otro lado, daba hacia el recinto de culto romano.
A cada paso los guías explican detalles como los ingenios del arquitecto para aprovechar la luz natural, o como él mismo es autor de las lámparas exteriores. Eso sí, la fachada y los patios también dejaban en evidencia que más de dos décadas han pasado por el edificio que ya comienza a reclamar una restauración.
Una joya escondida
Una vez terminada la visita al colegio, se podía ver también la vecina Iglesia gótica de Sant Llorenç, del siglo XIV y que permanece cerrada la mayor parte del año. La iglesia, del Gremi de Pagesos, guarda con celo los pasos de Semana Santa elaborados por Josep Maria Jujol, estrecho colaborador de Antoni Gaudí. Cuentan que Jujol, que se casó con una pagesa de Tarragona, pasó muchos fines de semana ayudando a reconstruir la iglesia después de la guerra.
Con la iglesia abierta, más de un transeúnte se atreve a entrar. Uno de los guías, Luis Bernal, explica que es común que edificios como estos pasen desapercibidos para los habitantes de la ciudad: «Los turistas terminan viendo más, conociendo más, que los propios vecinos» reconoce y explica que jornadas como esta ayudan a los no iniciados a entender la complejidad y la riqueza en el trabajo de los arquitectos.
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