“En una época en la que todo puede ser arte ¿Por qué no considerar como tal un complejo de vivienda social?”. Ese fue el argumento del jurado del premio Turner para incluir entre sus candidatos a un grupo de arquitectos y diseñadores dedicado a proyectos de regeneración urbana que, a la postre, se ha convertido esta noche en el sorprendente receptor del prestigioso galardón del arte contemporáneo. El fallo reconoce principalmente el trabajo del colectivo Assemble para transformar un conjunto de casas de protección oficial en un barrio deprimido de la ciudad inglesa de Liverpool, y en colaboración con sus vecinos.
Los primeros desconcertados por la decisión del jurado, anunciada en Glasgow y de forma inédita fuera del territorio inglés en 31 años de historia del Turner, han sido los propios integrantes de Assemble. Este colectivo con sede en Londres, y cuyos 18 miembros son todos menores de 30 años, llegó incluso a debatir en su día la conveniencia de aceptar la nominación, y acabó haciéndolo como plataforma de captación de fondos para sus proyectos sociales. El más destacado hasta la fecha es el plan de reconversión de Granby Four Street, un grupo de deterioradas viviendas del barrio de Toxteh (Liverpool), en una agradable urbanización con espacios verdes y un mercado callejero mensual. Iniciado hace 5 años y todavía en proceso, ha evitado la demolición de las casas, contra la que venían luchando sus habitantes.
Con este y otros proyectos, como el replanteamiento del concepto de parque infantil en la ciudad de Glasgow, Assemble participa en la “larga tradición” de utilizar el arte para mejorar la sociedad, según la consideración del jurado que también ha extendido a las tres otras finalistas. El grueso de sus propuestas, que tienen el denominador común de mezclar formatos y disciplinas, ha dejado sin embargo fría a la crítica, y algunas voces comienzan a plantear que la concesión de un premio que en sus tiempos gloriosos apuntaló el BritArt pero hoy presenta síntomas de agotamiento se dilate en el tiempo (cada cinco años).
Fundado en 1984 y destinado a artistas menores de 50 años cuya obra se ha expuesto en el Reino Unido, el Turner incluye una dotación de 25.000 libras para el vencedor de su edición anual, y 5.000 libras para cada uno de los finalistas. Entre ese último grupo, todas ellas mujeres en esta edición, la londinense Bonnie Camplin reflexiona en torno al “ consenso sobre la realidad”, frente a aquellas creencias e ideas que son marginalizadas, desplegando en una suerte de estudio una variedad de materiales relacionados con la filosofía, la psicología, los conflictos armados e incluso la brujería.
Otra instalación que firma la alemana Nicole Wermers explora la apropiación del arte y el diseño por la cultura de consumo con una colección de sillas de diseño modernista en cuyo respaldo ha colgado (y cosido) abrigos de piel adquiridos a través de eBay. Y la candiense Janice Kerbel propone una pieza musical de 25 minutos, integrada por nueve canciones parra seis voces, que sólo ha sido interpretada una vez en público. Compuesta en el ordenador, con la asesoría de músicos experimentados (que no es el caso de la artista) el título de la obra, Doug, alude a un personaje de ficción cuya sucesión de accidentes es relatada en la pieza.
Las tres recibirán respectivamente 5.000 libras, mientras que la dotación para el ganador del Turner, destinado a artistas menores de 50 años cuya obra se ha expuesto en el Reino Unido, obtendrá una dotación de 25.000 libras. Y beneficiará con su aparato publicitario a un grupo de recién graduados en arquitectura y diseño, que hace pocos años decidió embarcarse en proyectos sociales para acabar propulsado hoy, y de forma insólita, a uno de los podios del arte contemporáneo.
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