Para los arquitectos Mickaël Martins Afonso y Caroline Escaffre-Faure, tener la cabeza en las nubes, lejos de ser un problema, les ha valido el Premio del Jurado del Festival des architectures vives en Montpelllier, uno de los certámenes más experimentales relacionados con esa disciplina.
«Cada año, el festival pone en marcha un concurso de ideas. En esta ocasión el tema era Innovacióny decidimos participar con una propuesta que en realidad no supone ninguna innovación técnica, pero sí en lo que se refiere al resultado o al uso de la arquitectura», explican Mickaël Martins Afonso y Caroline Escaffre-Faure.
La tête dans les nuages, o la cabeza en las nubes, puede no ser un proyecto técnicamente rompedor, pero su carga poética, su potencia artística y su planteamiento lúdico lo convierten en un trabajo que fomenta la participación y el buen humor de los espectadores.
«Estaba colocado en los patios del edificio donde se celebra el festival. Son lugares pensados para iluminar los interiores y ventilarlos pero son lugares de paso, nadie acostumbra a parase en ellos», indican. «Sin embargo, a nosotros nos pareció un espacio muy hermoso, que invitaba a la meditación, al descanso, a la contemplación o sencillamente a perder el tiempo solo o acompañado. Sólo era necesario crear una excusa para permanecer en ellos».
Esa excusa la encontraron en unas nubes colocadas a diferentes alturas en las que los visitantes podían introducir sus cabezas y dedicarse un poco de tiempo a sí mismos antes de volver a una realidad en la que este tipo de instalaciones no abundan.
«Estamos convencidos de que este tipo de proyectos podrían existir en los espacios públicos. Para ello, sería necesario no solo que las instituciones los financien, sino que participen activamente en ellos transmitiendo a la población la importancia que este tipo de propuestas tienen para el conjunto de la sociedad. De hecho, el éxito de estos trabajos dependen de cada uno de nosotros, porque es inútil desarrollar cosas como estas si la gente no está preparada y dispuesta a vivir en ellos».
En opinión de esta pareja de jóvenes arquitectos, el problema principal para desarrollar ese tipo de proyectos en las ciudades es el hecho de que la ciudadanía aún no ha aprendido a convivir con el arte en las calles. Su relación es de distancia, de respeto, muy en la línea de ortodoxia y academicismo que acostumbran a desplegar los grandes arquitectos ya consagrados.
«Sí, tal vez los jóvenes arquitectos tengamos una atracción especial hacia este tipo de proyectos porque se parecen bastante a los trabajos experimentales que desarrollas mientras estudias», dicen. «Por otra parte, son propuestas fáciles de desarrollar porque requieren presupuestos muy reducidos. En ese sentido, los arquitectos veteranos son más reacios porque les quita tiempo y no proporcionan ningún tipo de ingreso. Cuando lo hacen, sus proyectos tienen una escala mucho más ambiciosa y su impacto mediático es mucho mayor que el que pueda conseguir cualquier arquitecto joven».
En el caso de Martins Afonso y Escaffre-Faure, La tête dans les nuages ha tenido una importante recompensa: el Premio del Jurado del Festival des architectures vives de Montpelllier, un reconocimiento que, si bien no supone remuneración económica, repercutirá positivamente en su carrera.
«Estamos muy contentos de haber ganado el premio. Demuestra que nuestro trabajo es valorado y eso nos motiva para continuar explorando en esas direcciones. Especialmente, esas líneas de trabajo basadas en la experiencia con las personas, adultos y niños que han intervenido en esos espacios, a los que hemos dedicado tiempo y con los que nos hemos divertido mucho».
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