viernes, 3 de octubre de 2014

La Acrópolis de Atenas se derrumba




Es la mayor divisa de un país cuya gravísima crisis económica, la que arrojó al euro a la mayor incertidumbre de su historia, casi a su desaparición, podría acabar de la peor manera posible, con el deterioro del grandioso conjunto arquitectónico de la antigüedad, si no se pone remedio inmediato.
La representación más icónica de Grecia es, precisamente, la ciudadela en lo alto de la colina de Atenas, construida hace 2.500 años, que se erige magnificente sobre la urbe, ruinas que ahondan ese contraste con el pasado glorioso, cuando la Acrópolis era el centro del universo de las ciencias, la filosfía, la literatura, la pintura, la escultura, la danza, el teatro o la arquitectura.
Ahora, los expertos alertan del deterioro de la ciudad, en concreto, la plataforma de piedra sobre la que descansa el Partenón, el edificio clave del conjunto, situado en el centro de la propia Acrópils, que estaría empezando a ceder según han detectado los ingenieros, tal y como informa la agencia de noticias griega ANA.

La debacle griega

Después de haber aguantado en pie más de dos milenios, impávido ante el paso del tiempo donde otras construcciones colapsaron o desaparecieron -soportó incluso la explosión en su interior de un polvorín turco en 1687, que produjo una buena parte de sus destrozos-, se vendrían abajo en paralelo a la prolongada y cruel debacle económica, cuyo penúltimo zarpazo podría ser devastador: la Acrópolis es, sin duda, uno de los destinos turísticos más espectaculares del mundo y una fuente de ingresos fundamental para el país heleno.
El equipo del Consejo de Arqueología Central de Grecia ha encontrado además del Partenón "inestabilidad del terreno en una amplia zona de la Acrópolis" que se detectó cuando se produjo el derrumbe de una roca de considerable tamaño. 
Las actuaciones para preservar el yacimiento deberían ejecutarse sobre la ladera sur de la colina para evitar que se puedan resquebrajar los cimientos de las construcciones y provocar un derrumbe. A pesar de los salvajes recortes en los que está inmerso el país desde que se desatara la voraz crisis hace seis años, las actuaciones sobre el Partenón no han cesado desde 1970. Sin duda, no pueden renunciar a preservar una de las señas e identidad del país, y de la humanidad.
No en vano, las autoridades griegas siguen reclamando los frisos del Partenón que decoraban el templo y que se encuentran desde principios del siglo XIX en Londres. Los frisos y otras esculturas fueron adquiridos por el embajador británico en el Imperio Otomano Lord Elgin entre 1801 y 1805 tras llegar a un acuerdo con las autoridades otomanas que controlaban la ciudad de Atenas desde hacía 350 años. Elgin, apasionado por la cultura clásica, trasladó las esculturas a Inglaterra que acabó vendiendo al Museo Británico en 1816, donde siguen expuestas desde entonces.

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