lunes, 14 de septiembre de 2015

Zaha Hadid: “Niemeyer tenía un talento innato para la sensualidad”




"Cuando era niña y vivía en Bagdad tenía la suerte de viajar con mis padres todos los veranos”. El padre de la arquitecta Zaha Hadid fue un político progresista –anterior a Sadam Husein– que, tras estudiar Economía en Londres, llevó a Irak ideas del Partido Laborista como la reforma agraria o los derechos de los trabajadores. Así, en esos viajes familiares, Mohammed Hadid fue trazando una ruta por los museos y los edificios del mundo que uno no debía morirse sin conocer, cuenta su hija. Ella recuerda haber visitado con siete años la Mezquita de Córdoba. Fue entrar y abrir la boca. “Claro que hay muchos otros lugares extraordinarios, pero el contraste entre la oscuridad y la iglesia central de mármol no he podido olvidarlo. Se adelantó siglos a los proyectos híbridos que construimos hoy”, dice. Por eso, para buscar un edificio inolvidable, esta arquitecta, que lleva más de media vida asentada en Londres, recurre a sus viajes de adulta. Y a su arquitecto favorito: el brasileño Oscar Niemeyer.
“Era un virtuoso del espacio. Tenía un talento innato para la sensualidad, por eso construyó una arquitectura moderna crítica con la modernidad. Ha habido muchos arquitectos experimentando con las formas, pero él lo hizo con mayor ambición: construyó con hormigón formas aparentemente líquidas”. Para la autora de la Ópera de Guangzhou, en China, o del Centro Acuático de Londres, “la impresión que dan los proyectos de Niemeyer es que le salieron de un solo trazo, sin esfuerzo, sin interrupciones, sin necesidad de corregir”. Sin embargo, se aprende pronto que algo que se percibe tan natural y sencillo tiene detrás un inmenso trabajo. Por eso la primera mujer que consiguió el Premio Pritzker (en 2004) ha elegido la casa del arquitecto carioca en Río de Janeiro. “Tuve la inmensa fortuna de visitarlo en su Casa das Canoas, en Barra da Tijuca”.
Hadid piensa que Niemeyer fue un genio del siglo XX. “Pero su talento no siempre se reconoció con generosidad. Su estilo libre, sensual y extravagante se juzgó ornamental”. Esta vivienda explica cómo las curvas no son caprichosas, al contrario: obedecen a la búsqueda de sombras en el interior o la voluntad de convivir armónicamente con la exuberante vegetación exterior. También a la necesidad de adaptarse a los desniveles del terreno. Así, esta casa de hormigón y vidrio obedece a razones concretas y es lo contrario de la exquisita caja que Mies van der Rohe levantó con su famosa Farnsworth en Plano, Illinois. “La lección de Niemeyer es cómo la arquitectura moderna se puede permitir ser cercana, llegar a pertenecer al lugar en vez de imponerse en él”. Para Hadid, además, el arquitecto brasileño fue un modelo. “Animó a los demás a buscar una mayor exigencia. A querer aportar más con los edificios. A mí me dio fuerzas”, reconoce la autora del Maxxi de Roma.
Hadid admite que fue Le Corbusier quien despertó a Niemeyer cuando llegó a Brasil en los años treinta. “Sin embargo, Niemeyer sacó de Le Corbusier todo el talento escultural que la modernidad mantenía encerrado en una jaula cartesiana. El Le Corbusier más libre, el de Ronchamp, se cuajó en Brasil”. Para Hadid, Niemeyer devolvió la lección aprendida haciendo avanzar la arquitectura un paso más.

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